La profesión de encajera, el arte de tejer puntas con una almohada como apoyo, tiene una gran tradición en Cataluña y actualmente este oficio todavía se mantiene a través de asociaciones que organizan desde encuentros hasta talleres y cursos. A pesar de que ahora esta actividad no tiene la relevancia económica de antes, las puntas mantienen una función social ya que consigue reunir grupos de mujeres de diferentes generaciones con un mismo interés.
Desde tiempos remotos, lo habitual era que esta actividad se hiciera en grupo. Las encajeras se sentaban juntas e iban trabajando con las siguientes herramientas: la almohada, los bolillos, la aguja y la cartulina o patrón. Los primeros datos sobre los encajes en Cataluña datan del siglo XVI, se sabe que en esa época estaban especialmente valoradas entre las clases altas.
Esta tradición continuó durante las siguientes épocas pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XIX y hasta el primer tercio del XX, que las puntas lograron su mayor esplendor. Y es que, en un momento de máxima expansión textil industrial, no es de extrañar que este delicado arte se convirtiera en toda una moda. Los trabajos manufacturados como éstos, que tenían como resultado unas piezas finas y delicadas, estaban muy bien consideradas tanto en el campo como en la ciudad. Muchas casas de comercio de Barcelona basaron su actividad en la distribución de estas piezas artesanales.
Todavía hoy hay varias asociaciones en todo Cataluña que organizan encuentros y mantienen los talleres abiertos a todo el mundo. Aquí encontramos distintos grupos como la Asociación Catalana de Puntaires o la Asociación de Puntaires de las Comarcas Gerundenses, así como centros donde aprender a hacer puntas como la Escuela de Puntaires de Barcelona.
Font: Grupo de Puntaires de Masquefa
Fotografía: isidreb.wordpress.com
Texto: Mar Mampel